Eso no es todo amigos






No sé si les pasa (no lo creo), pero corren los días y ese aire enrarecido de sínica tranquilidad sigue rondando cada espacio de la escuela, casi imperceptible para quienes yacen enajenados en los menesteres de la carrera y escondido para aquellos que no quieren ver sobre la línea del horizonte por miedo a perder un poco más que un beso de despedida. Son aires viciados que siguen manteniendo todo en un “perfecto sentido”. Como dice la canción: cambian los payasos pero el circo sigue y al parecer el funcionamiento de la escuela ha dejado de ser una carencia de líder para transformarse en una hegemonía donde el poder parece no tener la equidad suficiente para ejercer su función administradora.
Es en medio de este sistema deforme donde los que ya estábamos excluidos, simplemente por no vendernos tan barato, hemos quedados vetados y sumergidos en la burbuja de aislamiento sin derecho a reclamo, no por elección propia sino porque la autoridad no tiene oídos, tiempo y sentido común para dar cabida a las críticas de un sector que no necesita sobar espaldas ni robar discursos para tener una opinión. Hemos sido víctimas de una arbitrariedad que poco a poco nos somete y nos menoscaba, como si por el solo hecho de pensar el teatro desde otra arista no fuéramos merecedores de pertenecer a él.
Si esta es una escuela de arte, entonces todos se merecen un espacio y cuesta asumir que no sea así y que las practicas arbitrarias solo apunten a favorecer a quienes gozan de cierto agrado por parte de la autoridad o solo sirvan para desarrollar ciertas áreas que por lo demás reflejan las carencias de nuestra educación actoral, en ese sentido las actividades referentes a desarrollar muestras de movimiento solo sirven para distanciar más aún a quienes en el pasado ya nos hemos visto distanciados del que hacer de la escuela y donde nuestra participación solo se reduce al aporte en el recurso técnico casi como si fuera para lo único que servimos.
El tema no va por el lado del “movimiento” o la “danza”, el tema radica en el espacio que la autoridad de la escuela entrega para el desarrollo de todas las áreas del que hacer teatral, o al menos aquellas que parecen ser relevantes y por las cuales cada uno de nosotros siente interés e intenta aportar con lo mejor de sí, pero al parecer la autoridad (esta y la anterior) tienen cierta complacencia en dignificar solo una parte, como si con ello intentaran ocultar algún complejo o a aspirar exactamente a aquello que no tenemos.
¿Por qué siempre movimiento?, ¿Por qué es lo más fácil de organizar?, ¿Por qué en la universidad hay tan buenos exponentes del genero que realmente se merecen un espacio?, ¿Por qué alguien de más arriba necesitaba tapar algunos espacios vacios?
¿Y el resto cuando tendremos una oportunidad?, Aquellos que decimos la verdad… no esa que todos conocemos, esa que está bien al fondo, la que duele… ¿Cuándo tendremos la oportunidad de abrir la herida?, ¿Nos tienen miedo?, ¿Acaso no pagamos lo mismo? ¿O nos van a dejar a un costado del camino por qué no vamos a conversar de teatro a la oficina?
No veo razón sensata que sirva para justificar esta y otras decisiones mal tomadas y la verdad me cuesta un poco entender cómo es que un curso completo debe despojarse de una sala para dar espacio a un grupo que no pertenece a la escuela, peor aún… que se deban modificar puestas en escena ya preparadas con todo lo que eso implica por un simple canje, tincada o compromiso de amistad de alguien que se siente con el derecho de mover los hilos sin mirar más allá. Que seamos estudiantes y que nuestras puestas no tengan el nivel de producción de una compañía profesional no significa que debamos modificarlas al antojo de cualquiera. Yo igual que todos quiero que la escuela crezca y realmente agradezco a la universidad el espacio que brinda para que compañías externas presenten su trabajo y que eso al mismo tiempo sirva para dar a conocer la escuela, pero en ningún caso esto implica que los montajes de dichas compañías deban cobrar más importancia que nuestros procesos académicos y que debamos acabar ensayando en el patio para beneplácito de una compañía en particular, si la autoridad dice que tiene todos los plazos ya estipulados creo que el único detalle es que en dichos plazos no estamos incluidos nosotros o que tal vez lo que pagamos no sea lo suficiente para merecer algo de respeto.
Lamentablemente tampoco existe una vía por donde canalizar estas inquietudes, ya que la burocracia implantada por la autoridad solo sirve para desviar cualquier intento de libertad de expresión más allá de aquellas que surjan desde esas cuatro paredes, a cambio solo obtendremos escusas, incomprensión y silencio, la autoridad se encarga de ironizar con nuestro mensaje y frente a eso no es mucho lo que podemos hacer…
Puede que esta sea una mirada un tanto cerrada del problema y mayor aún viniendo de mi que siempre me instalo en el límite entre lo certero y lo radical, pero creo que debemos dignificar el espacio de la escuela, no desde la disciplina del trabajo actoral que nunca esta demás, sino buscando aquello que tanto luchamos por poner evidencia en el escenario. No olvidemos que antes que actores somos seres humanos y como tales no podemos olvidar a quien tenemos al lado y mucho menos a aquel a quien nos dirigimos para emplazar una opinión y no por que el teatro sea un oficio de sangre, sudor y lagrimas tenemos que aguantar todo y conformarnos simplemente con plasmarlo en el escenario. Todos nos merecemos un espacio, un poco de respeto y la libertad para plasmar una opinión sin temores ni prejuicios.



¿De qué sirve hacer “training”, “respirar hondo” y hacer un “mierda, mierda” antes de salir a escena si no somos capaces de mirar a los ojos al compañero?

 
 
Juan A. Osorio Negrete

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EL EXTRAÑO MUNDO DE BARRET 2011
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